La lengua que miente. Proverbios 6:17
La mentira es devastadora y destructiva, aunque algunos aseguren que
las “mentiras blancas” o “mentiras piadosas” son necesarias y, a veces,
incluso indispensables. Los mentirosos generalmente son personas que
carecen de una autoestima adecuada y tienen miedo al rechazo, por eso
adornan sus historias con exageraciones para impresionar y así recibir
la atención de los demás. Sin embargo, con esa actitud, el mentiroso
pone en tela de juicio su propia integridad y da una imagen de sí mismo
como una persona poco fiable, débil e insegura.
Satanás es considerado el padre de la mentira, y todos los que
padecen este mal de mentir son sus súbditos. Por eso, cuán cuidadosas
debiéramos ser al referirnos a algo o a alguien. La Biblia dice: “La
lengua es un fuego, un mundo de maldad” (Sant. 3:6).
El habla es un don maravilloso, un regalo de Dios a los que ama. Los
sonidos que otras personas emiten son interpretados por el cerebro, que
elabora una respuesta en consonancia con ellos. Asimismo, cuando
nosotros queremos emitir sonidos, nuestro cerebro da la orden y salen
por nuestra boca transformados en palabras.
Por esta razón podemos asegurar que las palabras reflejan mucho de lo que una persona es en su interior.
Las mentiras llegan a veces camufladas tras medias verdades, chismes,
calumnias, rumores… todos ellos abominables para Dios. Toda lengua que
miente pertenece a una persona que no se ha convertido al Señor, que
necesita con urgencia la restauración, pues si continúa en la misma
línea estará en peligro de convertir este mal hábito en una adicción que
la encadenará, llevándola a la autodestrucción.
“La fortuna amasada por la lengua embustera se esfuma como la niebla y es mortal como una trampa” (Prov. 21:6).
Los adictos a la mentira usan el engaño como un atajo para llegar a
sentirse importantes e indispensables para los demás. Lamentablemente
para ellos se produce el efecto contrario. Reciben el desprecio de los
demás y esto los lleva a una carrera infructuosa por satisfacer la
necesidad de sentirse aceptados.
El escritor y poeta británico Alexander Pope mencionó: “El que dice
una mentira no se da cuenta del trabajo que se echa encima; pues queda
obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de la primera”.
Amiga, seamos hoy una fuente de bendición para otros por medio de las
palabras que digamos. Asegúrate de que sean todas veraces..
Por: Erna Alvarado
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