
Religión como siempre
Lee Amós 5:23, 24; Oseas 6:6; Mateo 9:13; Salmos 51:17. ¿Qué dicen
estos textos? Más importante, ¿cómo se puede aplicar directamente el
principio que observamos aquí a nuestra propia vida espiritual hoy, como
adventistas? Es decir, ¿de qué maneras podríamos ser culpables de hacer
exactamente lo que aquí se advierte? (Recuerda, también, que es muy
fácil autoengañarse en esta área.)
Más que la mayoría de los demás libros de la Biblia, Amós se
concentra en la injusticia, la crueldad y la inhumanidad. También ofrece
la perspectiva divina de esas prácticas. Amós predicó que Dios
despreciaba los ritos vacíos del formalismo muerto de la gente, y los
llamaba a reformarse. Dios no estaba contento con formas externas y
vacías de adoración ofrecidas a él por quienes, al mismo tiempo,
oprimían a otros por intereses personales. Sus vidas revelaban que no
captaron todo lo que significaba ser seguidores de Yahweh; también
entendieron totalmente mal el significado más profundo de su ley.
En realidad, Dios rechazó sus ritos religiosos porque no provenían de
vidas de fe. Las palabras culminantes en Amós 5:14 y 15 son la orden de
buscar a Dios y vivir. Buscar a Dios se contrasta con peregrinar a los
famosos centros religiosos de Bet-el, Gilgal y Beerseba (Amós 5:5), tres
ciudades con sus santuarios que estaban destinados a la destrucción.
Lo que Dios realmente quería era justicia y equidad en la tierra. El
mandato de “buscar a Dios” es paralelo con el de “buscar el bien”. Dios
llama al remanente a distanciarse de las prácticas malas y del
formalismo religioso y, en cambio, permitir que la justicia fluya como
un río y el derecho como una corriente que nunca se seca. Mientras la
justicia se preocupa por el establecimiento de lo que es recto delante
de Dios, el derecho es la calidad de vida en relación con Dios y los
demás en la comunidad. El cuadro presentado aquí es el de un pueblo
religioso cuya religión se había degradado hasta no ser sino formas y
ritos sin un cambio de corazón que debe acompañar la fe verdadera (Ver
Deut. 10:16.).
¡Cuán cuidadosos debemos ser!
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