Orando juntos
Aunque Jesús pasaba a menudo tiempo en oración él solo, hay muchas
ocasiones en las que animó a sus discípulos más cercanos a orar con él.
Pedro, Santiago y Juan acompañaron a Jesús al monte de la
transfiguración (Mat. 17:1, 2). Los instó a unirse con él en oración en
el Getsemaní (Luc. 22:39-46). Hay poder poco común al estar unidos en
oración.
Analiza con cuidado Mateo 18:19 y 20. Resume la declaración de Jesús sobre el unirse en oración.
“Se hace la promesa con la condición de que el pueblo de Dios se una
en oración a Dios, y en respuesta a estas oraciones puede esperarse un
poder más grande que el que viene en respuesta a las oraciones privadas.
El poder dado será proporcional a la unidad de los miembros, y de su
amor a Dios y del uno al otro”.–Elena G. de White, The Central Advance, 25 de febrero de 1903.
Juan Bunyan comentó una vez: “Puedes hacer más que orar después de
que has orado, pero no puedes hacer más que orar hasta que hayas orado”.
Al entrar en una intercesión ferviente y de todo corazón, el Espíritu
Santo obra con poder de maneras milagrosas por medio de las oraciones
que hacemos unidos.
Lee Hechos 12:1 al 16. ¿Cuál era la situación de Pedro? ¿Cuál fue la
actitud de la iglesia? ¿Qué nos dice este pasaje acerca del poder que
hay cuando oramos juntos?
No hay dudas de que, en este caso, Pedro fue librado milagrosamente.
Fue tan intensa la experiencia que Pedro no estaba seguro de si era
real, y de si él no estaba en una visión. Solo más tarde se dio cuenta
de lo que había sucedido. Es importante notar que estos textos declaran
dos veces que la gente estaba orando junta. Considerando las difíciles
circunstancias, no es extraño. No hay duda de que debemos hacer lo
mismo, especialmente cuando afrontamos desafíos como comunidad, tales
como en aquella ocasión.
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