La oración y el reavivamiento en Hechos
Los creyentes mencionados en Hechos estaban llenos de poder de lo
Alto. El Espíritu Santo se derramó de una manera notable. Tocaba los
corazones, cambiaba las vidas. El evangelio penetró en los lugares más
difíciles, y miles se convirtieron. En Hechos 2, tres mil personas se
añadieron a la iglesia (Hech. 2:41). Hechos 4:4 registra que el número
solamente de los hombres que creyeron “era como cinco mil”. Aun muchos
de los dirigentes religiosos que se opusieron a Jesús durante su vida
“obedecían a la fe” (Hech. 6:7). La historia de este crecimiento
fenomenal continúa en Hechos 9, donde dice que las iglesias “se
acrecentaban” “por toda Judea, Galilea y Samaria” (Hech. 9:31). En
Hechos 10 al 12, se relata que el evangelio pasó por sobre los límites
culturales y geográficos. El centurión romano y el tesorero de la reina
de Etiopía se bautizaron. Hechos 1 dice que unos 120 creyentes se
reunieron en el aposento alto (Hech. 1:13, 15). Las mejores estimaciones
arrojan que para el fin del siglo I había por lo menos un millón de
cristianos en el Imperio Romano. Esto es un crecimiento notable según
cualquier norma.
¿Cuál fue su secreto?
Lee los siguientes textos. ¿Cuál fue la razón principal del
crecimiento de la iglesia del Nuevo Testamento? Hech. 1:4, 8, 14; 2:42;
4:31, 33: 6:3, 4.
El pastor R. A. Torrey fue un poderoso predicador de reavivamientos a
fines del siglo XIX y principios del siglo XX. Dirigió reuniones de
reavivamiento en Gran Bretaña de 1903 a 1905, y por toda América del
Norte en 1906 y 1907. Lamentando lo ocupados que estaban los cristianos,
declaró: “Estamos demasiado ocupados para orar, y así estamos demasiado
ocupados para tener poder. Tenemos mucha actividad, pero logramos poco;
muchos cultos y pocas conversiones, mucha maquinaria y pocos
resultados”.
¿Estás demasiado ocupado como para orar? ¿Quién puede identificarse
con esto? ¿Cómo puedes ir más lentamente como para tomarte el tiempo que
necesitas para orar? Piensa en todas las excusas que tienes para
postergarlo, las razones que das para hacer otras cosas. Al fin, ¿qué
pierdes por no tomarte el tiempo suficiente para orar?
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