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Dios librame de otro dioses

miércoles, 1 de mayo de 2013





Miércoles 1 de mayo:

El peor tipo de hambre

“He aquí vienen días, dice Jehová el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan, ni sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente, discurrirán buscando palabra de Jehová, y no la hallarán” (Amós 8:11, 12). ¿Cómo hemos de entender el significado de estos versículos?
En Amós 8, el profeta describe los efectos devastadores de los juicios de Dios sobre un Israel no arrepentido. Dios castigaría al pueblo por sus pecados enviando hambre sobre la tierra. Pero en los versículos 11 y 12 el profeta habla de hambre y sed de oír la Palabra de Dios. La mayor tragedia es un hambre de la Palabra de Dios, porque Dios estará en silencio, y ninguna otra hambruna puede ser peor.
A menudo, al experimentar gran angustia, el pueblo se volvía a Dios buscando un mensaje profético, una guía. Esta vez la respuesta de Dios será el silencio. Una parte del juicio de Dios sobre su pueblo será la ausencia de su Palabra por medio de los profetas.
Si el pueblo sigue desobedeciendo, dice el profeta, vendrá el tiempo cuando ansiarán escuchar un mensaje, pero será demasiado tarde para volver a la Palabra de Dios con la esperanza de escapar del juicio. Este es el resultado de rehusar con persistencia el mensaje de Dios por medio de Amós. Como Saúl antes de su última batalla (1 Sam. 28:6), la gente un día se dará cuenta de cuánto necesita la Palabra de Dios.
Una población entera buscará frenéticamente la Palabra de Dios, la misma Palabra que eligieron ignorar en el tiempo del profeta. Especialmente afectados serán los jóvenes. Aunque las generaciones anteriores habían oído la Palabra de Dios y la rechazaron, la gente joven nunca tendrá la oportunidad de escuchar la proclamación profética.
¿Qué enseñan los siguientes pasajes acerca de los terribles efectos del silencio de Dios? 1 Sam. 14:37; Sal. 74:9; Prov. 1:28; Lam. 2:9; Ose. 5:6; Miq. 3:5-7.
¿De qué maneras es posible silenciar la voz de Dios en nuestras vidas? ¿Cómo podemos estar seguros de que eso no nos suceda?

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