
Domingo 5 de mayo:
El profeta desobediente (Jonás 1)
No se sabe mucho acerca de Jonás y de su pasado familiar. En 2 Reyes
14:25 nos dice que vivía en la parte norte de Israel; ministró durante
el siglo octavo a.C. El mismo texto revela que Jonás predijo una
expansión territorial del reino de Israel.
Nínive era una de las tres grandes ciudades de Asiria, un país
importante situado junto al río Tigris. Siendo que Dios es el Señor de
todas las naciones y todos los pueblos son responsables ante él (Amós
12), envió a su siervo Jonás para advertir a los ninivitas de la
destrucción inminente. El mandato de Dios registrado en Jonás 1:2 es
“pregona contra ella”, que también puede ser traducido como “predícale a
ella”.
La crueldad de los asirios era notoria. Como un siglo antes, el
profeta Nahúm llamó a Nínive “ciudad sanguinaria, toda llena de mentira y
de rapiña” (Nah. 3:1). Jonás fue enviado a entregarle un mensaje de
Dios. Entre otras cosas, tal vez el temor a los odiados asirios fue lo
que motivó la actitud de Jonás. Cuando Dios le dijo que viajara hacia el
este a Nínive, el profeta rehusó y trató de huir al oeste por barco a
Tarsis.
Al principio, todo pareció ir bien para Jonás, pero entonces Dios
envió una gran tormenta contra el barco, para enseñar a su siervo la
lección de que nadie puede esconderse de Dios.
Jonás escapó de Dios porque no quería hacer la voluntad del Señor.
Todavía hoy la gente tiene muchas razones para escapar de Dios. Algunos
lo hacen porque no lo conocen personalmente. Otros hasta rechazan la
idea de Dios y de su Palabra; y en muchos casos lo hacen para no
sentirse culpables por la manera en la que viven. Después de todo, si no hay ningún poder superior al que rendir cuentas, ¿por qué no hacer lo que uno quiere?
Hay incluso algunos cristianos que evitan a Dios cuando él los llama a
hacer algo que no quieren hacer, algo que va contra su naturaleza
inherentemente egoísta y pecaminosa.
Lee el Salmo 139:1 al 12. ¿Cuál es el mensaje básico allí para
nosotros? ¿Qué clase de sentimientos evoca en ti esta verdad
fundamental? O considéralo de este modo: creemos que Dios no solo ve
todo lo que hacemos sino que conoce aun nuestros pensamientos. ¿Vivimos
siempre dándonos cuenta de esto o tratamos de borrarlo de nuestra mente?
¿O estamos tan acostumbrados a la idea que no le prestamos mucha
atención? ¿Cuán diferente sería tu manera de actuar si siempre fueras
sensible al hecho de que Dios conoce cada uno de tus pensamientos?
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