
Domingo 12 de mayo:
La agonía del corazón del profeta
En Miqueas 1:1 al 9, el profeta invita a toda la tierra a presenciar
el juicio de Dios sobre su pueblo pecaminoso. Las ciudades capitales de
Samaria y Jerusalén se distinguen porque sus dirigentes fallaron en ser
el modelo de lo que significaba seguir a Dios con corazones indivisos.
Estas dos ciudades serían las primeras en sufrir la destrucción.
El pensamiento de un juicio destructivo produjo una verdadera tensión
en la vida de Miqueas. Por causa de que su llamado profético lo unía
con el propósito de Dios, no tuvo otra opción que anunciar lo que
vendría en el futuro próximo. Pero el profeta también amaba al pueblo al
que pertenecía, y la idea de su cautividad lo condujo a un lamento
personal. A veces las malas noticias tuvieron un efecto devastador sobre
la mente y el cuerpo del profeta.
¿Qué enseñan los siguientes textos acerca de la dura suerte de los
profetas? Núm. 11:10-15; 1 Rey. 19:14; Jer. 8:21-9:2; Eze. 24:15-18; 2
Cor. 11:23-27.
Los profetas de Dios estaban muy involucrados en los mensajes que
proclamaban. No se alegraban de hablar de las cosas terribles que
sucederían. A menudo usaban lamentos para expresar sus reacciones a los
desastres que se aproximaban. Su dolor era real. Para sus oyentes, el
mensaje estaba contenido tanto en las palabras proféticas como también
en las señales externas, que a menudo delataban un profundo dolor que
salía de adentro. La reacción de Miqueas al juicio divino nos recuerda
la de Isaías, quien por tres años caminó medio desnudo y descalzo como
señal visible de la vergüenza que traería la cautividad. Si tienen la
posibilidad, pueden leer acerca del gran sufrimiento que soportó Elena
G. de White en su ministerio; eso nos ayudará a comprender mejor lo que
tuvieron que pasar estos siervos de Dios.
Lee 1 Pedro 4:14 al 16, y luego examínate y considera las pruebas por
las que pasas. ¿Cuánto sufrimiento tuviste por causa de tu fidelidad a
Dios? ¿Cuánto se debió a tu falta de fidelidad?
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