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Dios librame de otro dioses

jueves, 2 de mayo de 2013


Jueves 2 de mayo:

La restauración de las ruinas de Judá

El profeta pasa del oscuro cuadro del pecado del pueblo y del juicio resultante, a las promesas de la restauración futura (Amós 9:11-15). El día de Dios, descrito antes como el día del castigo (Amós 5:18), es ahora un día de salvación, porque Dios desea la salvación, y no el castigo para su pueblo. Sin embargo, la salvación vendrá después del castigo, no en lugar del castigo.
En medio de la ruina, Amós cierra su libro con un mensaje de esperanza. Frente a la perspectiva de un exilio inmediato, la dinastía de David ha caído tan bajo que ya no puede llamarse una casa sino una choza. Pero el reino de David será renovado y unido bajo un gobernante. Más allá de las fronteras de Israel, otras naciones invocarán a Dios y gozarán de sus bendiciones junto con Israel. El libro concluye con esta nota feliz y esperanzada.
Los profetas no enseñaron que Dios castiga por castigar, sino que siempre llama a la redención. Aunque el exilio era inminente, Dios los animó con la promesa de la restauración a su tierra. El remanente gozaría la renovación del pacto y vería que Dios actuó para salvar y restaurar.
¿Cuál es el cumplimiento final de las promesas de Amós acerca de la restauración del pueblo de Dios? Ver Luc. 1:32, 33; Hech. 15:13-18.
Muchos rabíes consideraron Amós 9:11 como una promesa mesiánica dada a Abram, reafirmada a David, y expresada en todo el Antiguo Testamento. El nuevo rey de la línea de David reinaría sobre muchas naciones en cumplimiento de la promesa de Dios a Abram (Gén. 12:1-3), y aun sobre enemigos como Edom. Las ruinas restauradas del pueblo de Dios nunca más serían destruidas.
Por medio de la venida de Jesucristo, el mayor Hijo de David, Dios confirmó su promesa llena de gracia. Santiago citó este pasaje de Amós para mostrar que la salvación está abierta a los gentiles para gozar de los privilegios del pacto confiados a la iglesia. Dios ofrecería estas bendiciones a judíos y gentiles en el Mesías prometido, el descendiente de Abram y de David.
El cumplimiento final de estas promesas a todo el que las acepte, judío o gentil, se verá solo en la segunda venida de Cristo. ¿Cómo podemos mantener vivas esa esperanza y promesa y que no se desvanezca en medio del estrés de la vida?

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