
Jueves 2 de mayo:
La restauración de las ruinas de Judá
El profeta pasa del oscuro cuadro del pecado del pueblo y del juicio
resultante, a las promesas de la restauración futura (Amós 9:11-15). El
día de Dios, descrito antes como el día del castigo (Amós 5:18), es
ahora un día de salvación, porque Dios desea la salvación, y no el
castigo para su pueblo. Sin embargo, la salvación vendrá después del castigo, no en lugar del castigo.
En medio de la ruina, Amós cierra su libro con un mensaje de
esperanza. Frente a la perspectiva de un exilio inmediato, la dinastía
de David ha caído tan bajo que ya no puede llamarse una casa sino una
choza. Pero el reino de David será renovado y unido bajo un gobernante.
Más allá de las fronteras de Israel, otras naciones invocarán a Dios y
gozarán de sus bendiciones junto con Israel. El libro concluye con esta
nota feliz y esperanzada.
Los profetas no enseñaron que Dios castiga por castigar, sino que
siempre llama a la redención. Aunque el exilio era inminente, Dios los
animó con la promesa de la restauración a su tierra. El remanente
gozaría la renovación del pacto y vería que Dios actuó para salvar y
restaurar.
¿Cuál es el cumplimiento final de las promesas de Amós acerca de la
restauración del pueblo de Dios? Ver Luc. 1:32, 33; Hech. 15:13-18.
Muchos rabíes consideraron Amós 9:11 como una promesa mesiánica dada a
Abram, reafirmada a David, y expresada en todo el Antiguo Testamento.
El nuevo rey de la línea de David reinaría sobre muchas naciones en
cumplimiento de la promesa de Dios a Abram (Gén. 12:1-3), y aun sobre
enemigos como Edom. Las ruinas restauradas del pueblo de Dios nunca más
serían destruidas.
Por medio de la venida de Jesucristo, el mayor Hijo de David, Dios
confirmó su promesa llena de gracia. Santiago citó este pasaje de Amós
para mostrar que la salvación está abierta a los gentiles para gozar de
los privilegios del pacto confiados a la iglesia. Dios ofrecería estas
bendiciones a judíos y gentiles en el Mesías prometido, el descendiente
de Abram y de David.
El cumplimiento final de estas promesas a todo el que las acepte,
judío o gentil, se verá solo en la segunda venida de Cristo. ¿Cómo
podemos mantener vivas esa esperanza y promesa y que no se desvanezca en
medio del estrés de la vida?
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