
Martes 30 de abril:
Llamado a ser profeta
El hogar de Amós era Tecoa, en Judá, pero Dios lo envió a profetizar a
Israel. Fue al reino del norte a predicar con tal poder que “la tierra
no puede sufrir todas sus palabras” (Amós 7:10). Ciertamente, muchos
israelitas miraban a Amós con sospecha y lo rechazaron como mensajero de
Dios. A pesar de ese rechazo, él fielmente realizó su ministerio
profético.
Lee Amós 7:10 al 17. ¿Qué esquema familiar se ve aquí? ¿Qué otros
ejemplos puedes encontrar en la Biblia en los cuales sucedió lo mismo?
¿Qué debemos aprender de todos estos ejemplos?
Entre las personas a quienes no les gustó la predicación de Amós
estaba Amasías, el sacerdote de Bet-el, quien acusó a Amós de
conspiración contra el rey de Israel. Bet-el era uno de los dos
santuarios regios, los centros mismos de adoración apóstata. Amós había
predicho en público que si Israel no se arrepentía, su rey moriría por
la espada y el pueblo sería llevado cautivo. Amasías ordenó que Amós
volviera a la tierra de Judá, donde sus mensajes contra Israel serían
más populares.
En su respuesta al sacerdote, Amós afirmó que su llamado profético
venía de Dios. Él declaró que no era un profeta profesional cuyos
servicios podían alquilarse. Amós se distanció de los profetas
profesionales que profetizaban para lucrar.
Hablar la verdad, de ninguna manera garantiza la aceptación, porque
la verdad a veces puede ser incómoda y –si perturba al poder– puede
producir oposición seria. El llamado de Dios impelía a Amós a predicar
tan abierta y osadamente contra los pecados del rey y de los nobles del
reino del norte, que fue acusado de traición.
¿Cuál es nuestra actitud cuando se nos dice que nuestras acciones y/o
estilos de vida son pecaminosos y traerán castigos sobre nosotros? ¿Qué
nos dice nuestra respuesta acerca de nosotros mismos y, tal vez, de la
necesidad de un cambio de corazón y de actitud?
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