Elíseo
le ordenó: “Sal y pide a tus vecinos que te presten sus vasijas;
consigue todas las que puedas. Luego entra en la casa con tus hijos y
cierra la puerta. Echa aceite en todas las vasijas y, a medida que las
llenes, ponías aparte”. 2 Reyes 4:3-4
Esta es la parte central del encuentro de Elíseo con la viuda pobre.
Constituyó una gran prueba de fe para ella. El profeta de Dios le pidió
que hiciera algo que parecía no tener sentido. ¿Cómo pretender llenar
vasijas con aceite cuando el problema en si radicaba en que apenas tenía
un poco de aceite, y por esa razón no era capaz de asumir su deuda?
¿Cómo convertir la pobreza en abundancia? ¿Por qué el profeta le pedía
que actuara a puertas cerradas acompañada únicamente de sus hijos?
¿Sería posible que el profeta dudara un poco de la instrucción que había
dado y prefiriera que todo se hiciera en secreto, por temor a la
vergüenza y el ridículo? Si quería buscar excusas para la duda, la mesa
estaba servida.
En medio de todas esas posibles reflexiones, la mujer decidió esperar
que el poder de Dios se manifestara a través de la palabra de Elíseo y,
dejando a un lado sus conjeturas, siguió por fe las indicaciones que
habla recibido. Al hacerlo, el milagro se hizo posible frente a sus
ojos; un milagro en forma de una fina hebra dorada de aceite que parecía
no tener fin. La medida de su fe hizo posible que el aceite fluyera
continuamente, y también que dejara de fluir cuando las vasijas se
agotaron. Me pregunto qué hubiera sucedido si la viuda no hubiera dejado
de conseguir vasijas. ¿Se hubiera cansado la mano de Dios para
bendecirla? Si necesitas un milagro, pídelo y actúa con confianza en
Dios. No permitas que tu falta de fe detenga y demore la obra salvadora
que Dios desea hacer contigo y con los tuyos. Por medio del Libro Santo,
la oración y las voces de las personas que te aman, el Señor te
mostrará su voluntad. Su promesa es: “Tus graneros se llenarán a
reventar y tus bodegas rebosarán de vino nuevo” (Prov. 3:10).
Querida amiga, la fidelidad de Dios es inconmovible. Ni un proceder
erróneo, ni la mayor miseria, ni aun un corazón bloqueado por el pecado,
pueden hacer que Dios cambie su actitud amante y bondadosa. Por eso,
confía en él y, con toda certeza, recibirás las bendiciones que tiene
listas hoy para ti y para tu familia.
ALIENTO PARA CADA DÍA
Por: Erna Alvarado
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